Transnacionalismo
y fenianismo
1840-1880
Mariangel García Flores
Los estudiosos del transnacionalismo se dedican a analizar las
formas en las que se manifiesta la creciente interacción entre el ámbito
nacional e internacional a través de las fronteras estatales.[1]
Este desdibujamiento de los bordes estatales es evidente en estudios de
economía internacional, pero el fenómeno ha sido poco estudiado en su matiz de
interacciones políticas, y más allá, se suele limitar su surgimiento al siglo
XX. Esta manera de organizar el tema del transnacionalismo deja por fuera
ciertos acontecimientos que nos pueden sugerir su existencia desde la primera
mitad del siglo XIX, tales como las migraciones en masa a Norte América, el
comercio entre naciones, una mayor facilidad para cruzar el Atlántico de este a
oeste y la existencia de comunidades nacionales en el extranjero. Así, el
fenianismo, como movimiento nacionalista irlandés, parece ser un caso que
remite a la lógica transnacional al manifestarse en lo que Margaret Keck y
Kathryn Sikkink denominan redes
transnacionales de cabildeo e influencia: grupos de individuos unidos más
allá de las fronteras estatales por principios y valores, trabajando
internacionalmente en favor de una causa y compartiendo información y servicios
entre ellos para lograrlo.[2] Lo
interesante de estas redes es la capacidad que otorgan a actores no estatales
–tales como los fenianos- para organizar acciones que les permiten ejercer
presión sobre gobiernos o estados con mayores recursos materiales que ellos; y
aunque las acciones de las redes no siempre llevan al éxito, como ocurrió en el
caso feniano, la movilización de éstas permiten que la causa por la que se
lucha adquiera relevancia política con mayor facilidad.
El período de
agitación feniana en Irlanda coincidió con el resurgimiento de la lucha de
clases y el radicalismo político en Inglaterra. Los líderes del movimiento
nacionalista irlandés se atribuían un linaje feniano y repudiaban los medios
constitucionales, particularmente los parlamentarios, para obtener la
liberación de Irlanda. El rechazo al constitucionalismo es la esencia pura del
fenianismo, aunque no del movimiento nacionalista irlandés en general. Los
fenianos declararon la lucha armada como el único medio que podía asegurar la
independencia de su nación. La organización dependía enormemente del apoyo y
simpatía de los migrantes irlandeses, quienes, politizados desde el extranjero,
enviaban dinero, armas y hombres cuando el movimiento en Irlanda y la Gran
Bretaña lo requería.[3] Más
allá, los fenianos americanos intentaron invasiones de gran escala a través de
los bordes internacionales de Canadá –en ese entonces colonia británica.[4]
En Irlanda, los fenianos y los irlandeses
republicanos intentaron subvertir a la población católica, quienes constituían
un grupo desproporcionadamente grande dentro de las fuerzas armadas británicas.
Asimismo, intentaron una rebelión a gran escala en 1867 y, tras su fracaso, se
involucraron brevemente en actividades guerrilleras en el suroeste de Irlanda.
Considerándose revolucionarios, también atacaron objetivos estatales:
invadieron Chester Castle para hacerse de sus armas, rescataron a un líder
feniano de las manos de la justicia británica matando un policía en el proceso,
colocaron bombas en la prisión de Clerkenwell donde las únicas bajas fueron
civiles inocentes.[5]
Estas acciones pronto se encargarían de crear para el fenianismo una imagen de
radicalismo nacionalista que haría que la opinión pública inglesa los asociara
con la violencia. En consecuencia, los fenianos comenzaron a percibirse como
agentes terroristas.[6]
Así, el
movimiento feniano de mitades del siglo XIX tenía el objetivo de apropiarse de
una parte de la integridad territorial del Reino Unido de Gran Bretaña e
Irlanda, constituido así desde la ratificación del Acta de la Unión de 1801
–que implicó la anexión de la isla de Irlanda al reino de la Gran Bretaña–. Esta
actitud de hostilidad de los nacionalistas irlandeses hacia el estado se
alimentaba tanto de experiencias históricas como de percepciones del mandato
inglés. Sobre el segundo punto, los fenianos consideraban que la dominación
británica durante el siglo XIX era la causante del malestar que se vivía en el
país. Se acusaba a los ingleses del desuso de la lengua irlandesa, la Gran
Hambruna, el colapso de la industria tradicional.[7]
Así, los irlandeses comenzaron a creer que el estado por sí solo podía determinar
el destino económico de la nación, abogando de esta forma por un estado más
activo. Estas expectativas coincidían asimismo con la creencia de que las
políticas intervencionistas del parlamento irlandés durante el siglo XVIII
–antes de la firma del Acta de la Unión– trajeron prosperidad. [8]
Estas consideraciones son solo una parte de la dimensión económica del fenianismo.
Más allá, había
en Irlanda una ambivalencia hacia la violencia, la mistificación de la misma y
la creencia de que ésta puede llevar al cambio político. Los jóvenes irlandeses,
cuya educación recaía en las manos de clérigos nacionalistas, fueron enseñados
durante años que su estado y su sociedad eran dirigidos por fuerzas externas,
ilegitimas, injustas, opresivas, tiránicas. Así, líderes del movimiento
nacionalista como John Mitchel y James Stephens repetían hasta el cansancio en
sus publicaciones periódicas la idea de que Irlanda sólo podría independizarse
con el uso de la fuerza. De esta manera, el terrorismo feniano se sustentaba en
la creencia de que la violencia estaba justificada por la opresión y la
humillación que partían de un resentimiento generalizado en la población
católica irlandesa por la indiferencia del grupo dominante y la desigualdad.[9]
De esta
forma, comenzaron a surgir las hermandades fenianas. Se organizaban en células
que permitían la absorción rápida de reclutas, pero que a su vez facilitaban la
ejecución de actividades subversivas de pequeña escala, situación que más
adelante sería un problema, pues permitiría acciones terroristas llevadas a
cabo por las bases radicalizadas tras el debilitamiento de movimiento en la
década de 1860 a causa de la incapacidad de los altos mandos de la organización
de contener estas actividades, extendiéndose estas prácticas hasta bien entrada
la década de 1880.[10] Así,
por ejemplo está el caso de William Mackey Lomasney, quien tras participar en
la breve guerrilla de Cork en 1867 explotó junto a la bomba que colocó en el
ataque terrorista del 25 de enero de 1885 al London Bridge. Otro ejemplo es la Guerra de la Dinamita de la década de
1880 que, financiada por un fondo creado por el líder feniano Jeremiah
O’Donovan Rossa, fue el período con la mayor cantidad de ataques terroristas
liderados por miembros de organizaciones fenianas.[11]
Asimismo, está el caso de John McCafferty, quien fungió como vínculo entre los
fenianos-americanos y los hombres que asesinaron con particular salvajería –realizado desmembramientos
con bisturís como simbolismo del “enemigo odiado” –a Thomas Burke y a Lord
Frederick Cavendish en el Phoenix Park en 1882.[12] De
esta forma se muestra la participación de los irlandeses-americanos en las
acciones políticas ejecutadas en el Reino de la Gran Bretaña e Irlanda,
funcionando a su vez como un argumento a favor de la existencia de las ya
mencionadas redes transnacionales entre los participantes del movimiento
nacionalista irlandés del siglo XIX.
Sin embargo, la formación de estas redes no es una
sorpresa que golpea como ladrillo al despistado; su fundamento está en la
afinidad de valores e ideas, las cuales se construyen mediante la historia y la
acción colectiva. Así, los irlandeses que se quedaron compartían con los que
migraron durante la Gran Hambruna una historia de dominación inglesa basada en
el prejuicio y las diferencias étnico-culturales. Así, los irlandeses católicos aludían a
confiscaciones masivas de sus tierras –otorgadas a colonos ingleses–,
prejuicios étnicos –el Acta de la Unión prometía terminar con el “barbarismo” y
la “ignorancia” de los irlandeses–, enemistad sectaria y el establecimiento de
una iglesia nacional protestante en un país de mayorías católicas.[13] Y
aunque la libertad de pensamiento era otra de las garantías individuales de la
Gran Bretaña, ésta paraba en los límites de la religiosidad. Más allá, las
erupciones populares de violencia sectaria en la Gran Bretaña victoriana
sugieren un latente anti-catolicismo entre las clases protestantes del país. [14]
De esta
manera la religión pasó a ser un aliado del nacionalismo irlandés. Los
sacerdotes formados en Irlanda entre los inicios y la primera mitad del siglo
XIX contribuyeron al esparcimiento de ideas nacionalistas entre las clases
campesinas –poco educadas y muy pobres como para leer la prensa nacionalista–
predicando desde el altar. El clero católico irlandés se dedicó a propagar
entre el pueblo la idea de que el Reino Unido era ajeno a su identidad étnica y
cultural, y por tanto su mandato sobre Irlanda era opresivo e ilegitimo.[15]
Por otro
lado, la intervención del gobierno de Gran Bretaña y sus inversionistas no
logró producir una economía robusta y diversificada. Al contrario, el
crecimiento acelerado de la población irlandesa produjo grandes grupos
poblacionales que no podían encontrar empleo en la tierra y que dependían de
una sola fuente de alimento. Así, la Gran Hambruna de la década de 1840, donde
se perdieron múltiples cosechas de papa consecutivamente, fue una prueba
evidente para los fenianos de que la integración de Irlanda al Reino Unido no
terminaba por traer la prosperidad prometida.[16] Más
allá, la muerte a gran escala que trajo la Gran Hambruna –cerca de un millón de
muertos y otros dos millones de emigrantes–, y la mala respuesta del gobierno
de Londres a ésta, introdujo nuevo vigor a la causa nacionalista irlandesa.
En 1847,
siguiendo la Gran Hambruna, se fundó la Irish
Confederation con el objetivo de lograr la independencia legislativa de
Irlanda por la fuerza de la opinión pública, la unión de todas las clases
sociales y el ejercicio de todas las influencias políticas, sociales y morales
al alcance del movimiento. No obstante, el ala radical de la confederación seguía
abogando por la lucha armada.[17]
El gobierno de Lord John Russell respondió en 1848 con la persecución de los
líderes de la confederación con el cargo de sedición e impuso la suspensión del
Habeas Corpus -que permitiría el
arresto de miembros del movimiento sin un juicio. [18] Y al encontrarse los líderes de la
confederación entre la decisión de huir o mostrar resistencia armada, optaron
por la segunda. Sin embargo, la rebelión de 1848 fue un fracaso y, tras las
represiones del estado británico que incluyeron despidos, arrestos y
desmantelamientos de clubes nacionalistas, los líderes de la Irish
Confederation huyeron al extranjero buscando el apoyo de la “nación en el
exilio”, aquellos irlandeses que emigraron tras la Gran Hambruna y la falta de
trabajo.[19]
Lo cierto es
que el nacionalismo irlandés emergió como una fuerza intrínsecamente ligada a
la diáspora. La migración irlandesa a países como Canadá, Estados Unidos y
Australia tuvo un ritmo descorazonador, con dos millones de irlandeses dejando
su tierra tan sólo en los años de la Gran Hambruna. El trauma de la emigración,
que involucra dejar a la familia, los conocidos y las costumbres fue empeorado
por la incertidumbre del viaje, y aunque las estadísticas sugieren una tasa de
muerte relativamente baja, hubo suficientes como para enmarcar trágicamente el
período en la memoria colectiva irlandesa. Más allá, las constantes riñas
étnicas entre los pasajeros de los barcos transatlánticos fortalecieron la
convicción entre los irlandeses católicos de que eran distintos y poseían una identidad
separada a los británicos. Los migrantes irlandeses adquirieron la reputación
de cargar junto a sus maletas un amor inconmensurable por su país y un odio
arraigado hacia la Gran Bretaña, lo que los hacía proclives a conspirar en
contra de lo que consideraban siglos de opresión dirigidos por los británicos.[20]
Los migrantes
irlandeses tuvieron problemas integrándose en las comunidades estadounidenses y
canadienses a las que llegaron. Se les acusaba de empeorar las condiciones de
vida de las colonias y casuchas en las que se instalaban junto a los nativos
por criar animales sin condiciones sanitarias, creando un caldo de cultivo para
las enfermedades; se les asociaba con una cultura de violencia y ebriedad; se
les acusaba de bajar los salarios.[21]
Estas experiencias culturales fomentaron el prejuicio hacia los irlandeses en
sus nuevas comunidades, y no se hicieron esperar las prácticas discriminatorias
por parte de los nativos. En consecuencia, se fomentó una conciencia de enclave
entre los migrantes que impedía que pudieran adaptarse culturalmente a su nuevo
país: migraban en familia, tenían ocupaciones similares, se casaban dentro de
su comunidad étnica y religiosa, temían perder sus tradiciones por asociarse
con personas de una cultura distinta. [22] Este modo de vida, combinado con el rechazo de
los locales, favoreció la auto-segregación de los irlandeses en el extranjero y
la formación de una comunidad dentro de otra.
La influencia
de la Iglesia Católica creció en los lugares donde se instalaron los migrantes,
sobre todo en Norte América. Esta expansión coincidió con el surgimiento de una
iglesia más agresiva y exclusiva, aunque del otro lado del Atlántico ésta se
hubiera moderado. Así, se prohibieron los matrimonios fuera de la comunidad
católica irlandesa y la educación pública, dificultando aún más la asimilación
cultural de los migrantes. Sacerdotes como John Joseph Lynch, de la diócesis de
Toronto, y John Hughes, obispo de Nueva York, incitaron en la década de 1840 a
los migrantes irlandeses a enviar ayuda económica a las asociaciones
nacionalistas en Irlanda para ayudar a sus hermanos “oprimidos”. Así, en
Estados Unidos las celebraciones de San Patricio coincidían con declaraciones
pasionales de clérigos nacionalistas.[23] En
consecuencia, la Iglesia Católica contribuyó significativamente al desarrollo
del nacionalismo irlandés en el extranjero y de sus consecuentes conexiones con
el movimiento en Irlanda.
Algo similar
ocurría con los migrantes irlandeses en Gran Bretaña, donde los límites del nacionalismo
y la religión parecían desdibujarse. Con el apoyo de sacerdotes, periódicos
nacionalistas como el Glasgow Free Press,
y radicales como Ernest Jones que abogaban por una mayor independencia para
Irlanda utilizando la fuerza, los católicos irlandeses que residían en
Inglaterra se integraron a las filas de la Irish Confederation, provocando el
florecimiento de estos clubes en múltiples centros industriales de Gran
Bretaña, destacándose Manchester y Liverpool. El catolicismo era un requisito
necesario para participar en estos clubes que profesaban el objetivo de lograr
la independencia nacional mediante la rebelión y la violencia, ideal que ya se
profesaba en la Sociedad Agraria Secreta.[24]
Se observa
así que los migrantes irlandeses en Norteamérica e Inglaterra estaban más
radicalizados que las mayorías en casa. En consecuencia, los líderes radicales
de la Irish Confederation se encargaron de despachar agentes hacia los Estados
Unidos para recaudar fondos. Los inmigrantes de clase media en Estados Unidos
enviaron decenas de miles de dólares a las bases en Dublín. Los grupos locales
se integraron a la confederación, y con esa plataforma comenzaron a
discutir la invasión a Canadá en
coordinación con una rebelión en Irlanda.[25]
Los agentes enviados desde Dublín llegaron con la misión de reforzar el
republicanismo de los irlandeses-americanos, sobre todo después de la llegada
de John Mitchel a Nueva York en 1853. Las columnas que éste publicaba en el Citizen acusaban de genocidio a Gran
Bretaña, y brindaban de esta manera la mejor justificación para el radicalismo
nacional. James Stephen, por su parte, veterano de la rebelión fallida de 1848,
se instaló en París, considerado en aquellos años el centro intelectual del
nacionalismo revolucionario; con ese bagaje en mano regresó a Irlanda en 1855 y
se trasladó a los Estados Unidos en 1857, donde negoció con los migrantes un
flujo de hombres y dinero en caso de una rebelión. Así, el 17 de marzo de 1858
nace en Dublín la Irish Revolutionary Brotherhood. Más radicalizada que la
Confederación, la hermandad buscaba no sólo mayor autonomía política, sino la
total independencia de Irlanda, y sostenía que la única vía plausible era la de
las armas. La hermandad consiguió establecer una cédula en los Estados Unidos
dirigida por John O’Mahony conocida como la Fenian Brotherhood. Conocedor como
pocos de la cultura irlandesa, O’Mahony hacía referencia a Fianna, un guerrero
irlandés que defendió a su patria de la invasión.[26]
Stephens, atraído por la alusión cultural, llevo el término a Irlanda, y así
los miembros radicalizados del movimiento nacionalista irlandés pasaron a
autodenominarse como fenianos. [27] De
esta forma, para 1863 el movimiento ya contaba con un modelo de constitución y
un periódico feniano; y para 1865 podían contarse 18,000 fenianos tan solo en
Inglaterra y otros 70,000 en Irlanda.[28] Así,
el fenianismo postulaba el derecho natural de Irlanda a ser independiente y la
necesidad de usar la violencia organizada para lograrlo.
El fenianismo
contrastaba con el nacionalismo constitucional dirigido por el Arzobispo
Cullen, John Martin y A.M. Sullivan, quienes buscaban una mayor autonomía
utilizando medios institucionales y parlamentarios.[29]
Los fenianos los calificaban de ilusos, y consideraban que restaban fuerza al
movimiento nacionalista; por ello, sus reuniones eran boicoteadas por los
fenianos dirigidos por O’Donovan Rossa, editor del periódico The Irish People. [30] The Irish People, desde su fundación en
1863, fue un parteaguas para la historia del fenianismo: el trabajo de ponerlo
ampliamente en circulación, la correspondencia que publicaba, los contactos
obtenidos, y las luchas contra los periódicos constitucionalistas respaldados
por los sacerdotes, fueron todos elementos que contribuyeron al fortalecimiento
de la Fenian Brotherhood en América y la Irish Revolutionary Brotherhood en
casa. Es de esta forma que The Irish People se convirtió en el mejor
organizador transnacional del movimiento feniano.[31]
Sin embargo,
la amistad entre Stephens y O’Mahoy no duró. El inicio en 1861 de la Guerra
Civil Estadounidense dificultó el envío de fondos a Irlanda, pues los migrantes
irlandeses eran dependientes de los salarios que la recesión económica
disminuyó.[32]
No obstante, la guerra fue beneficiosa para el movimiento feniano al largo
plazo, pues permitió que decenas de miles de irlandeses-americanos obtuvieran
entrenamiento militar y experiencia en el campo de batalla, y causó fricciones
entre los Estados Unidos y la Gran Bretaña. [33] Más allá, y quizás lo más importante, la
Guerra Civil legitimó la idea de la violencia como una respuesta efectiva a los
problemas políticos y reforzó su utilidad como un instrumento de identidad
nacional, situación que se exportaría a Dublín y Londres en la década de 1880
c0n la Guerra de la Dinamita.[34]
Así, el fin
de la Guerra Civil en abril de 1865 dejó a cerca de 200,000 fenianos listos
para una rebelión armada. Era de esperarse un levantamiento en Irlanda, sobre
todo después de que la opinión pública inglesa asociara al fenianismo con la
violencia étnica y el nacionalismo revolucionario tras la publicación en
diarios ingleses de reportes alarmantes sobre el movimiento a mediados de la
década de 1860.[35]
El gobierno británico decidió adelantarse arrestando el 15 de septiembre de
1865 a los líderes de The Irish People,
entre ellos Luby, O’Leary y Rossa. Se confiscaron documentos que el periódico
decidió no divulgar, y el gobierno británico los publicó a manera de propaganda,
favoreciendo indirectamente a la prensa constitucionalista, quien ahora podía
representar con mayor coherencia a los fenianos como bárbaros.[36]
Estos hechos causaron revuelo entre los círculos fenianos. En Estados Unidos,
el liderazgo pasó de O’Mahony a manos cuestionables, y el movimiento gastó sus
recursos en varios intentos fallidos de invadir Canadá. Más allá, el Coronel
irlandés-americano Kelley, veterano de la Guerra Civil Estadounidense y nueva
cabecilla de la hermandad en Irlanda, llamó a una rebelión armada en Inglaterra
e Irlanda en 1867. El fracasó fue rotundo, y Kelley fue capturado en Manchester
unos pocos meses después del levantamiento. Su rescate fue violento, y en las
explosiones falleció un policía; cuatros fenianos fueron apresados, acusados de
asesinato y ahorcados.[37]
Los ahorcamientos incendiaron a la opinión pública, y se organizaron grandes
manifestaciones para resguardar la
memoria de los “Mártires de Manchester”. El intento de rebelión fenianos de
1867 y las atrocidades cometidas por las bases desorganizadas del grupo
obligaron al Gobierno de Gran Bretaña a prestar atención al problema de
Irlanda.[38]
Por otro lado, el estado liberal inglés permitía
que los oprimidos gozaran de un grado –aunque limitado- de libertad de expresión
y asociación que no correspondía con la representación de estos grupos en el
parlamento. Esto se vuelve incendiario, pues se permite la divulgación de las
penas y la organización política de los oprimidos, pero no se proporcionan
canales institucionales que permitan mejorar su situación, dando cabida al
radicalismo. Por ejemplo, la Home Rule Bill propuesta en abril de 1885 ni
siquiera pudo pasar a su segunda lectura porque, llenos de miedo y prejuicio,
la mayoría de los congresistas se encargaron de vetarla.[39] Es
cuando se bloquean los canales tradicionales de acción política que la
frustración radicaliza a estos grupos y que la violencia extrema se vuelve la
opción más viable para avanzar una causa política, como sucedió con los ataques
terroristas de la Guerra de la Dinamita de O’Donovan Rossa en los años de 1880.
Así, el
movimiento feniano falló como una conspiración militar, pero no por ello no
dejó resultados permanentes en la lucha por la independencia irlandesa. En
primera instancia, revivió el ideal de los irlandeses como hermanos unidos, e
hizo de esa idea la norma de la lucha por la liberación nacional. En segunda
instancia, reveló a los ingleses la actualidad y el alcance de las aspiraciones
irlandesas por una Irlanda independiente. Y en tercera instancia dejó a la
vista que el Acta de la Unión de 1801 y sus pretensiones de unir a dos naciones
en una fue un fracaso rotundo. No obstante, parece que el logro más grande del
fenianismo fue que impregnó en la mente de los irlandeses -en Irlanda, Inglaterra,
Estados Unidos y el exilio- una tradición de fidelidad a la búsqueda de
independencia nacional que traspasó fronteras, en una verdadera manifestación
de transnacionalismo. De esta manera, la Irish Revolutionary Brotherhood, y su
rama americana, la Fenian Brotherhood, representaban a los campesinos y obtenían
pleno apoyo de ellos, pero su principal fortaleza la conseguían de las ciudades
y de los irlandeses en el exilio. Así, el fenianismo reluce como un caso del
siglo XIX que combina imperialismo, terrorismo y transnacionalismo, temas que
ocupan a los estudiosos contemporáneos de la globalización.
Referencias
Daly Mary
E., “The State in Independent Ireland”, en R. English y C. Townsherd (eds.) The
State: Historical and Political Dimensions, Londres, Routledge, 1999.
Jackson T. A., Ireland Her Own, Nueva York,
International Publishers, 1947.
Jerkins
Brian, The Fenian Problem: Insurgency and
Terrorism in a Liberal State, 1858-1874,
Canadá, McGill-Queen’s University Press, 2008.
Keck Margaret y Sikkink, “Redes
transnacionales de cabildeo e influencia”, Foro Internacional, núm. 158, 1999, pp.
404-428.
McGee
Owen, The IRB: The Irish Republican
Brotherhood, from the Land League to Sinn Fein,
Dublin, Four Courts Press, 2007.
Miller
Kerry A., Emigrants and Exiles: Ireland
and the Irish Exodus to North America, Oxford,
University Press, 1985.
O’Beirne Ranelagh John, Breve
Historia de Irlanda, México, Fondo de Cultura Económica, 1989.
Wilkinson
Paul, Terrorism: British Perspectives,
Hanover, Dartmouth Publishing Co, 1993.
[1]
Margaret Keck y Sikkink, “Redes
transnacionales de cabildeo e influencia”, Foro
Internacional, núm. 158,
1999, p. 404.
[2] Ibid., pp. 404-405.
[3] Brian
Jerkins, “Preface”, The Fenian Problem:
Insurgency and Terrorism in a Liberal State, 1858- 1874, Canadá, McGill-Queen’s University Press, 2008, p.
X.
[4] En adelante se referirá a la Norte América
Británica o British North America como Canadá.
[5] Paul Wilkinson, Terrorism: British Perspectives, Hanover, Dartmouth Publishing Co,
1993, p. 320.
[6] Brian Jerkins, op. cit., p. XI.
[7] Mary E.
Daly, “The State in Independent Ireland”, en R. English y C. Townsherd (eds.), The State:
Historical and Political Dimensions, Londres, Routledge, 1999, pp. 68-69.
[8] Ibid., p. 69.
[9] Brian
Jerkins, op.cit., p. XII.
[10] Loc. cit.
[11] Ibid., p. XIII.
[12] Ibid., p.
XII.
[13] Ibid., p. 8.
[14] Ibid., p. 6.
[15] Ibid., p. 10.
[16] John
O’Beirne Ranelagh, Breve Historia de
Irlanda, México, Fondo de Cultura Económica, 1989, p. 147.
[17] Brian
Jerkins, op. cit., p. 11.
[18] Ibid., pp. 11-12.
[19] Ibid., p. 12.
[20] Kerry
A. Miller, Emigrants and Exiles: Ireland
and the Irish Exodus to North America, Oxford, University Press, 1985, pp. 340-341.
[21] Brian
Jerkins, op. cit, pp. 15-16.
[22] Kerry
A. Miller, op. cit., pp. 297-299.
[23] Brian
Jerkins, op. cit., p. 20.
[24] Ibid., p. 22.
[25] Ibid., p. 23.
[26] T. A.
Jackson, Ireland Her Own, Nueva York,
International Publishers, 1947, p. 262.
[27] Owen
McGee, The IRB: The Irish Republican
Brotherhood, from the Land League to Sinn Fein, Dublin, Four Courts Press, 2007, p. 29.
[28] Brian
Jerkins, op. cit., pp. 28-31
[29] T. A.
Jackson, op. cit., pp. 263-264.
[30] Brian
Jerkins, op. cit., p. 28.
[31] T.
A. Jackson, op. cit., pp. 268-269.
[32] Ibid., p. 251.
[33] Brian
Jerkins, op cit., p. 26.
[34] T. A.
Jackson, op. cit., p. 267.
[35] Brian
Jerkins, op. cit., p. 30.
[36] T. A.
Jackson, op. cit., p. 271.
[37] Ibid., pp. 273-275.
[38] John
O’Beirne Ranelagh, op. cit., p. 145.
[39] T. A.
Jackson, op. cit., p. 327.

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