Lic. Kitzia Isabel Sicairos Escobar
Alberto Emerich Vega
“Los ricos y los pobres de la Globalización”
Muchas veces se dan ejemplos de países o ambientes de pobreza que han logrado sumar beneficios de forma positiva como consecuencia de la globalización. La verdad es que pueden existir casos aislados de mejoras económicas en países pobres. Algo, aunque es nada comparado con los grandes beneficios de los ricos, pueden subir sus niveles de renta, aunque haya países, como es el caso de muchos de los africanos, que pueden estar hoy peor que hace veinte años.
Sin embargo, los defensores de la globalización se plantean pocas veces cómo es, realmente, esa redistribución de las sumas positivas que se producen en este proceso mundial liderado por el neoliberalismo. Si a algunos países pobres les pueden llegar pequeños crecimientos, en la mayoría de los casos poco perceptibles, los países ricos se llevan casi la totalidad de esta tarta que tan jugosamente aumenta las sumas de la economía mundial. Los países ricos engordan y mejoran ostensiblemente su abundancia, mientras que los países pobres apenas ven crecimientos positivos. La conclusión está clara en términos económicos: cada vez es mayor la brecha o sima que existe entre los países ricos y los pobres. Comparativamente se puede hablar de ricos muy ricos y de pobres muy pobres, aunque a algunos pobres les haya llegado algo de las sobras o de las migajas de la globalización neoliberal. Los países ricos mejoran ostensiblemente tanto su renta per cápita como su Producto Interior Bruto; los pobres mejoran algo, se mantienen en su pobreza o empeoran, pero la sima de las desigualdades se aumenta. En el mundo hay un proceso de separación económica cada vez mayor entre los países ricos y los países pobres. Además, como es una economía en que las grandes empresas multinacionales pueden pasar los trabajos a cualquier parte del mundo, pueden asignar, sin ningún tipo de trabas, los trabajos de lujo y que generan los mejores salarios del mundo a los países ricos. Los trabajos más bajos y con salarios ínfimos, los pueden pasar a los países ya empobrecidos. Es posible que los empobrecidos puedan conseguir algunos puestos de trabajo y crecer al menos unos mínimos, pero las distancias entre los ricos y los pobres se agrandan.
Los habitantes de este planeta, nosotros, no deberíamos permanecer callados ante estas situaciones de crecimiento de las desigualdades. No deberíamos permitir que mientras que la tarta de la economía de la aldea global crece, la justicia vaya disminuyendo. Si la economía es global, la justicia debería serlo también.
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